jueves, 14 de julio de 2016

Auckland, la metrópoli al natural

La ciudad más importante de Nueva Zelanda combina su vida urbana con playas y áreas protegidas.


Entrar a Nueva Zelanda requiere exhaustivos controles. No porque busquen terroristas o posibles inmigrantes ilegales, sino porque le declararon la guerra a la contaminación y la bioseguridad y la ecología son políticas de Estado. Es obligatorio declarar si se entra con comida, así sea un caramelo o unas galletas. Las multas por omitir información pueden ser de hasta 265 dólares.

Estos cuidados extremos con el medioambiente se ven en Auckland, la puerta de entrada y ciudad más importante de Nueva Zelanda (aunque la capital es Wellington); una ciudad con bajísimos niveles de polución y contaminación, de calles limpias y vida relajada. Todo es tan natural y ecológico que lo más usual en los restaurantes es pedir una jarra de agua de la llave, ciento por ciento segura, que traen de cortesía, en lugar de agua mineral embotellada, que suele ser costosa.

Los neozelandeses, que son apenas cuatro millones y medio (un tercio está en Auckland), viven en un país aislado, pero del primer mundo, que siempre da de qué hablar por los altos niveles de calidad de vida (el costo de vida también es alto). Y Auckland, que brilla cada vez más en el turismo mundial, es muestra de ello.

De paso en paso

“¿Están listos para caminar?”. Y sin esperar respuesta, la guía inglesa que se enamoró de Nueva Zelanda en un viaje y nunca más se fue, empieza un recorrido a pie por el centro de la ciudad, con paradas estratégicas para degustar productos típicos, dulces y cerveza y conocer sitios emblemáticos.


Por Queens hay de todo: casas de ropa al aire libre, hoteles, restaurantes, supermercados y almacenes con productos orgánicos. Vale la pena darse una vuelta por Giapo, la mejor heladería de la ciudad; el dueño es un italianísimo de Nápoles y siempre hay fila.

El arte y la arquitectura engalanan el paisaje.

El principal atractivo urbano, sin duda, es la Sky Tower, el faro de Auckland, una torre de 328 metros que se destaca entre los edificios normales de la ciudad. Desde el piso 60 se tiene una gran vista de la bahía, las islas y los volcanes dormidos que la rodean.

Alrededor de la torre, como buen imán, hay una gran oferta gastronómica. El paseo termina en Vultures’ Lane, un pub donde solo sirven cervezas artesanales. Un buen final de tarde.

La playa y el bosque

Auckland está sobre una bahía, amplia y rodeada de islas y volcanes dormidos. Los yates, de a miles, descansan en el puerto. Dicen que hay un yate por cada cuatro habitantes del país. La tradición de buenos navegantes y apasionados por el mar se mantiene intacta.

Desde el puerto se hacen paseos en barco o en yate. Si hay mucho viento, es más divertido.

Los recorridos por los alrededores incluyen la cima del Mount Eden para una vista panorámica de la ciudad, exactamente opuesta a la que se ve desde la torre. La vida natural que tanto caracteriza al país se puede descubrir en el Parque Regional Waitakere Ranges, una de las 25 áreas protegidas de la región de Auckland. Cuenta con cascadas, senderos para hacer 'trekking' y otras actividades entre vegetación y fauna nativa, puntualmente aves. En Nueva Zelanda no hay mamíferos originarios (excepto el murciélago); todos fueron introducidos.

Y la ciudad hasta tiene una playa, Piha Beach, de arena negra; un lugar tranquilo y solitario que está muy bien para descansar, tomar sol y surfear, otra pasión local.

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